lunes, 17 de septiembre de 2018

Guido Loayza: ‘Creamos un plantel comprometido y austero, pero con gran mística y talento’



Guido Loayza Mariaca fue el ‘capitán general’ de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) entre 1992 y 1994. Elegido en 1992 presidente de la entidad, le tocó encabezar la gestión más exitosa del último tiempo.

Van 25 años de la clasificación de Bolivia al Mundial de Estados Unidos y dice que puede “morir tranquilo” porque cumplió el objetivo con el que soñó aquella vez.

— ¿Cómo fue la contratación de Xabier Azkargorta para entrenador nacional?


— Me agradaría comenzar hablando de que este proceso nació mucho antes y hasta diría que empezó en 1989, cuando con Lothar Kerscher fuimos responsables de la comisión seleccionadora. Trabajamos corto tiempo, pero muy duro, y en esa eliminatoria no fuimos al Mundial por un gol. Ya en el 93, personalmente tenía muy claro lo que debía hacer, pero nuestro único problema era que no teníamos recursos ni tiempo. Definimos qué perfil de técnico queríamos. Eran tres los candidatos: Jorge Habegger, Xabier Azkargorta y Carlos Pachamé. Ningún periodista en Bolivia conocía a Xabier y, por tanto, su nominación fue una sorpresa total desde el nombre. Él fue el elegido.


— ¿Cómo supieron de él?


— Nosotros ya supimos de él cuando Marco Etcheverry se fue de Bolívar al Albacete en España, y el empresario nos habló de Azkargorta. Desde entonces lo seguimos. El problema eran los cánones que nosotros podíamos pagar a un técnico que estaba nueve años dirigiendo en la Primera División de España. No teníamos recursos y él era un técnico calificado allá, pero desconocido acá; es por eso que nos empezaron a lanzar barro cuando no se dieron los resultados antes de las eliminatorias. Justo eran los 500 años del descubrimiento de América y decían que un español venía otra vez a conquistarnos, ahora en el fútbol.

— ¿Es cierto que usted prestó dinero a la FBF?


— Tuve que echar mano al dinero de mi familia para prestar a la Federación, presté de casa 170.000 dólares para encarar los gastos iniciales, porque teníamos un déficit de 350.000 dólares y nadie nos quería dar nada por esa deuda. Igual, el ánimo no bajaba porque la teníamos clara. Pagamos 20 dólares por día por concepto de sueldo y prima; en realidad fue el viático. Nos sentamos con ellos (los jugadores) y pactamos un proyecto como socios: si nos iba bien ganábamos todos, y les dijimos que si alguien pensaba en que venía a hacer plata, estaba en el lugar equivocado. Entonces creamos un plantel comprometido y austero, pero con gran mística y talento. Hubo proyecto, ambición e ilusión pese a nuestras condiciones. Los números rojos nos complicaban, por eso esa vez todo fue austero. Estuvimos en un bonito pero modesto hotel de San Pedro. A Venezuela viajó un dirigente y el equipo amaneció en el aeropuerto y luego al hotel, no había recursos. Contratamos un cuerpo técnico sin tener el dinero.


— ¿La falta de dinero fue el único problema?


— No, porque se nos vino encima la huelga de los jugadores con Fabol y la posición dura de los clubes, y no hubo campeonato. Azkargorta dijo que era lo peor que nos podía ocurrir, jugadores sin competencia, en ninguna otra parte del mundo ocurría que solo se podía entrenar; entonces se vio la opción de ir al CAR de San Cugat del Vallés, en España, y jugar varios partidos antes de la Copa América en Ecuador, que fue el último jalón. En ese torneo nos tocó jugar con quienes luego fueron los tres primeros: Argentina que fue campeón, México segundo y Colombia tercero. Perdimos apenas 1-0 con los argentinos y empatamos con los otros dos seleccionados, siendo superiores en varias facetas de cada partido.

— Ya en la eliminatoria, ¿qué factores fueron decisivos para la campaña?


— Muchos: la planificación previa, la designación del técnico, la preparación del equipo pese a los problemas de nuestro fútbol, y los jugadores talentosos que nos tocó; además, la gente. Fueron varios aspectos. Pero antes del inicio hubo protestas de los futboleros, Chile nos ganó 3-1 en La Paz antes del viaje a Ecuador y lo de siempre, me decían ‘Presidente, cuándo se va el técnico’, ‘cuándo lo echan’, ‘te la comiste, vasco’ y la prensa y el público se pusieron en contra. Fue un momento difícil, pero nosotros lo respaldamos a Xabier y nos hicimos más fuertes en una buena Copa América jugada en Ecuador.

— ¿Qué hitos hubo en ese proceso eliminatorio?


— Pienso que cada partido fue un hito, la cosa fue paso a paso. Los dos primeros debíamos mínimo empatar y ganar. Comenzamos sorprendiendo a América al golear a Venezuela con el resultado más abultado de visitante de la historia de las eliminatorias hasta ahora, un 1-7 en el Polideportivo de Cachamay, en Puerto Ordaz.

Guido Loayza junto a Xabier Azkargorta en el estadio Hernando Siles, festejan una victoria. Foto: Libro: Salto al futuro

— ¿El partido ícono fue contra Brasil aquí?


— No, no creo. Sí fue inolvidable porque lo ganamos al final mismo, fue épico y le quitamos a Brasil un invicto de 39 años, pues nunca había perdido (en eliminatorias). Pero cada partido tuvo lo suyo, además los problemas seguían. Los pobres no podíamos estar felices del todo, porque casi de inmediato la FIFA nos dijo que (Miguel) Rimba dio positivo y tuvimos que hacer un trabajo extraordinario de defensa en base a la Convención de Viena. Fue la defensa de nuestro mate de coca y no solo hicimos que se borre la sanción a Miguel sino a Zetti (el arquero de Brasil), quien llorando nos agradeció por teléfono. Y a los pocos días, Fidel Castro en La Paz tomaba su mate. Además, esa vez le ganamos al Brasil que luego fue campeón del mundo en Estados Unidos y que en todo ese proceso de 1993 y 1994 el único partido que perdió fue con Bolivia en el estadio Hernando Siles.

— ¿Cuál fue el partido más duro?

— Todos, cada uno tuvo su dificultad. Con Uruguay no entraba la pelota ante un gran equipazo y costó romper la barrera. Pero sí, el partido que más me asustó fue con Ecuador, que con Dussan Draskovic venía de trabajar cinco años juntos, tenía sobre todo equipo, se jugaba la vida, y además la presión era más fuerte.

— ¿La goleada sufrida en Brasil fue capítulo aparte?

— No estuve en Brasil. Yo viajé a Portugal para pedir prestado a Platini (Erwin Sánchez) en su club por cinco partidos seguidos. Hablé con el coronel Loureiro, lo conseguimos y él fue un jugador vital en la clasificatoria. En Recife nos golearon, sintieron la caída en La Paz y debían ganar en casa para tener su vendetta.

— ¿Qué pasó en Montevideo?, ¿que dejó bronca?

— Fue uno de los partidos más difíciles, nos cobraron un penal que no existió y convalidaron un gol en posición adelantada. Evidentemente el árbitro Armando Pérez Hoyos nos robó el partido y Bolivia entera pedía recusar, pero yo dije ‘no, no nos vamos a distraer’. Me puse firme y dije que confiaba en los colombianos; luego nos tocó otro juez de ese país, Jairo Toro, para Guayaquil y yo decía que lo iba a hacer bien.

— ¿Guayaquil fue la gloria?

— Sí, yo vi en la gradería el partido, estuve sereno, pero cuando llegué a la cancha ahí ya celebré. Y en el avión se saltó peligrosamente. La llegada al aeropuerto de El Alto fue a las dos de la madrugada del día siguiente y miles de personas esperaban, y decenas de autos con banderas nos hicieron escolta mientras bajábamos al hotel en San Pedro. Todo era apoteósico y lleno. Fueron jornadas inolvidables y creo puedo morirme tranquilo porque viví cosas emocionantes.

— ¿Se borraron las críticas?

— Es que ahí nació un nuevo público, vimos muchas mujeres, niños, adolescentes que ahora deben ser seguro padres de familia. Los futboleros de antes estaban escaldados de derrotas y decían ‘nosotros no le ganamos a nadie’, pero ahí surgió una nueva generación de hinchas con mucha más fe y muy fiel.

— ¿Qué dejó como enseñanza esa eliminatoria?

— Todos los detalles que hay en el fútbol, porque todo era detalle: la hora justa de salida al calor de Puerto Ordaz, la llegada al llano, el agua, la carne. Estando afuera no comíamos nada del hotel, nosotros íbamos a comprar las cosas para evitarnos alguna jugada rara o una sorpresa. Cómo volver a la altura de La Paz y evitar otros efectos. Todo.

— ¿Un exceso de susceptibilidad que dio sus frutos?

— Es que con las cosas vividas en la Copa Libertadores ya sabíamos. En el último partido, la gente de protocolo de FIFA en Guayaquil nos ordenó: nada de himnos, entran y comienza el partido. Y cuando preguntamos, en Río ni empezó, comenzó recién 12 minutos después.

— ¿Por qué usted no siguió como presidente de la FBF?

— Me hubiese gustado estar cuatro años y hubiera peleado la Copa América y ojalá ido a Francia 98; pero había dejado a mi familia, mi empresa, mi trabajo, por dedicarme al fútbol a tiempo completo, y yo no vivo del fútbol, no puedo vivir sin trabajar, entonces decidí volver a mi trabajo y mantener a mi familia. En todo caso, ya había cumplido.

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